Hasta la Primera Guerra Mundial, la lavanda se utilizaba para tratar y desinfectar heridas. Durante siglos, los granjeros ingleses se ponían flores de lavanda debajo de sus sombreros cuando trabajaban para prevenir dolores de cabeza y golpes de calor. La piel absorbe fácil y rápidamente el aceite esencial que se extrae de sus flores. Tiene poderosas propiedades antisépticas. Y su aroma es legendario por su capacidad para calmar el espíritu. Este tranquilizador perfume relaja al instante y hace desaparecer el estrés.